Antecedentes
El reciente apagón eléctrico que afectó a gran parte del país ha sido un recordatorio incómodo de la importancia de fortalecer la seguridad y resiliencia de nuestro sistema eléctrico. El 98 % de la población, cerca de 19 millones de personas, quedaron sin suministro eléctrico, lo que evidenció tanto la importancia y algunos desafíos en la operación del sistema eléctrico nacional, que opera con niveles altos de energía renovable, en especial energía solar. Aunque las causas exactas y los responsables aún se investigan, ya tenemos el informe de fallas del Coordinador Eléctrico Nacional, que detalla lo sucedido. En este contexto, debemos reflexionar sobre las lecciones aprendidas y las acciones urgentes para fortalecer la resiliencia de nuestra infraestructura energética.
Es fundamental comprender qué ocurrió. El corte no se debió a una falla en la generación de energía ni a problemas en la distribución local, sino a una desconexión de una línea de transmisión. El problema se originó en la interrupción de la línea 2×500 kV Nueva Maitencillo – Nueva Pan de Azúcar, que transporta aproximadamente 1800 MW (16 % de la demanda total del sistema aproximadamente) en el sentido norte-sur. Estas desconexiones impidieron transferir la energía, desencadenando eventos en cascada que afectaron casi todo el territorio nacional. Mientras en el norte hubo exceso de generación, en la zona centro-sur hubo un déficit severo que colapsó el sistema nacional. Sin embargo, las causas del colapso en cada sistema aislados del norte y sur son diferentes. En estas situaciones, el sistema cuenta con mecanismos automáticos que intentan evitar el apagón. Sin embargo, la magnitud de la falla fue tal que estos mecanismos no fueron suficientes para evitar la desconexión total. Hay una lección clara: necesitamos un sistema eléctrico robusto y resiliente si queremos avanzar en la transición energética. Necesitamos como sociedad discutir el rol de la seguridad.
Desafíos y oportunidades
Es crucial adoptar un enfoque colaborativo entre el Estado, la industria y la academia para comprender lo sucedido. No se trata solo de identificar responsables legales, sino de analizar todos los factores técnicos y humanos que contribuyeron al apagón. En la academia chilena, se desarrollan modelos y herramientas avanzadas para el análisis de seguridad del sistema eléctrico. En nuestro centro de investigación, estudiamos la estabilidad de redes con alta penetración de energías renovables y cómo la integración de energía solar fotovoltaica impacta la seguridad del sistema eléctrico.
Esto permitirá proponer mejoras para apoyar la transición energética del país sin comprometer la seguridad del suministro. Chile avanza rápidamente hacia un modelo basado en energías renovables, lo cual es positivo, pero conlleva nuevos desafíos. La intermitencia de fuentes como la solar y la eólica exige una red eléctrica más flexible y capaz de gestionar fluctuaciones en el suministro. Esto implica no solo mejorar la infraestructura, sino también fomentar una cultura de innovación y desarrollo tecnológico, con inversiones en investigación que fortalezcan la resiliencia del sistema eléctrico.
En conclusión, el apagón que experimentamos no debe ser visto como un incidente aislado, pero tampoco como un evento inevitable. Es una oportunidad para fortalecer nuestro sistema eléctrico, mejorar su resiliencia, diversificar aún más nuestras fuentes de energía y fomentar el desarrollo tecnológico. El camino es desafiante, pero fundamental para garantizar un suministro eléctrico seguro y sostenible para el futuro del país. Solo con un compromiso real de todos los actores del sector podremos avanzar hacia una infraestructura energética más robusta, preparada para los desafíos de la transición energética.